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UNA TARDE NORMAL

  • Cris Mv
  • 25 mar 2015
  • 3 Min. de lectura

Era una tarde normal, una cualquiera... resistía, como quien aguanta, agotada de sueño, una película, porque el final resulta interesante…caminaba sumida en mil y un razonamiento que me hacían, casi sin rozar el suelo, andar de puntillas por el asfalto, llevaba las manos metidas en los bolsillos, para no perder ni un detalle de mis deseos, es una costumbre que aprendí en un libro, decía que para conseguir todo lo que te propusieras, había que poner ímpetu, porque los imposibles no existen, solo son residuos de ilusiones no realizadas, al no colocar en ellas toda la fuerza empleada, por eso desde entonces, me acostumbré a llevar apretados los puños, lo que provocaba que mis uñas se clavaran, cada día, en la parte interna de mis manos rasgadas, repletas de historias fugaces y otras probables, no detalladas, para no ser desveladas… y así pasaba el tiempo, absorta en una música que llegaba a mis oídos desde el centro de mi pensamiento, provocándome un pequeño balanceo, a golpe de sonrisas inesperadas… caminaba no se a dónde, pero si por qué, porque andar me hacia respirar libertad en cápsulas de gotas que se desvanecían sobre mi cabello, como un bautismo extraordinario de nubes preciosas… cubría mis ojos con unas gafas oscuras, ya que el sol, casi siempre me hace llorar, lagrimeando cuando se hace intenso al caer la tarde… de pronto pasaste por mi lado…eras tú, si tú… me di cuenta porque percibí tu perfume, ¡y sabía tan bien!, nunca olvidaré esa esencia… una mezcla a chocolate o a flores frescas de un campo plagado de ellas, a manzana con un toque de almendra dulce suave… no sabría describirlo bien… olía a ti, a tu sonrisa recién levantada intentando despegar tus pestañas jugueteando con la escasa luz que entra por la persiana, a tu cuello saliendo de la ducha, sopesando el agua que se desliza por tu cabeza mojada, a domingos de calma y café, a sábados de locuras nuevas que siempre nos dejan, dormidos abrazos en el sofá, sin tener el ánimo suficiente para despegarnos de ellos y de él, ya entrada la madrugada, a un roce de cualquier extremo de tu cuerpo en un autobús con trayecto a ningún lado, a mirarte fijamente y desear tener el poder de parar el tiempo, a poder pararlo y echarlo hacia atrás y ponerle pausas y ralentizarlo repitiendo una frase dicha sin venir a cuento, a girarme conduciendo y sentir tus pupilas clavadas en mi perfil y pensar que todavía me miras y sentir que todavía me sigues queriendo…olía a ti… de repente, mis manos se relajaron, como quien se libera de algo apretado, tragué saliva hidratando mi garganta, escuché, como quien recupera tras unos meses la audición el traqueteo inerte de la plaza, me di la vuelta y subí mis gafas a la altura de mi frente mientras me lloviznaba una lagrima, divisando,exactamente, tu silueta, agudizando la mirada por culpa de las dioptrías… creo, incluso, que incliné mi cuerpo para encuadrar tu espalda…. ya estabas a unos tres metros, pero mi nariz seguía impregnada de ti…pronuncié tu nombre… y fue entonces cuando todo se oscureció… abrí los ojos bruscamente, acalorada… solo unas cuantas sombras me permitían revelar donde estaba, en mi casa… ese aroma seguía infiltrado en mi cara… curvé mi cuerpo y algo me rozó… eras tu… tan tranquila, tan chocolate, tan flores, tan almendras mezcladas con manzana… tan bonita…tan dulce…tan dormida… tan mágica.

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